“De la emoción a la palabra y, de la palabra a la emoción”. Frase que permite reflexionar, entre otras situaciones, si las palabras se las lleva el viento como se cree comúnmente. Yo diría se quedan; y con ellas, las emociones. Aunque, si bien hay momentos en que no se les necesita para expresar y comprender dichas emociones, cuando se utilizan, sí se establecen en el receptor para después transformarse en diversas reacciones.
Existen conceptos o frases a las que especialmente el hablante les brinda un sentido o connotación emocional y por consecuencia, hacen alusión a la tristeza, alegría, enojo, malestar, angustia, sorpresa o asombro, etc.
Las palabras que se emplean a diario son motivadas por los pensamientos de un emisor y repercute en el mensaje que transmite. “¡Te daré donde más te duele!” por ejemplo, o el uso malsonante que a veces se le da a la expresión “¡carajo!”, porque en realidad el carajo era el nombre que se le otorgaba a una especie de canasta dentro de las embarcaciones de los marinos españoles; en ese espacio enviaban a los vigías por varias horas, en señal de castigo cuando así lo merecían; o sea, los mandaban al carajo. Algunos resistían más que otros, pues el vaivén provocado por las olas del mar y las inclemencias del tempo causaban malestares y claudicaban.
Por otro lado, hay que tener cuidado cuando se usa para alguien la frase “lágrimas de cocodrilo”, ya que no se puede evitar pensar que las lágrimas (del latín “lacrima”, la cual limpia, lubrica el ojo y, determina la reacción de una realidad, así como son producidas por las vides y árboles después de la poda), que segrega esa persona son falsas; y esto es porque el cocodrilo y otros animales al parecer, aparentaban tristeza. Emitían un llanto que hacía pensar que sufrían, cuando en realidad era para engañar y atraer a sus presas. Estudios han demostrado que el cocodrilo, como reptil de más de 240 millones de años, que se congrega en hábitats de agua dulce como ríos, lagos, humedades, tiene los ojos húmedos cuando está fuera del agua o come, porque esta última acción estimula el lagrimeo al segregar su saliva. En la primera parte de la obra en español sobre la Descripción General de África, escrita por Luis Mármol Carvajal y editada en 1573, en Granada, España, se afirma: “El Cocodrilo, es un animal atrevido…”
“Bakah” es la palabra que se usa en hebreo para llamar también al vocablo “lágrima”. En la biblia aparece este término para nombrar un valle ubicado en Israel. De allí la frase “valle de lágrimas”; que más allá del sentido literal, refiere a las situaciones de la vida que hacen sentir que se está dentro de un terreno áspero, estéril, lleno de tribulaciones, pero con la esperanza de que todo, tarde o temprano, resplandecerá y se transformará para bien.
De pronto decirle al receptor: “¡córcholis!” , “¡recórcholis!” y hasta “¡recontracórcholis”! como expresión llena de espontaneidad, peculiar y hasta graciosa, manifiesta en quien la usa, una reacción de asombro, dolor, molestia, entre otras acepciones. Por su uso cada vez más frecuente desde hace aproximadamente 500 años, se incorpora al habla coloquial y se le considera como una interjección. No se encuentra registrada en el diccionario. Por ello hay quienes prefieren sustituirla por “¡santo cielo!”, por ejemplo.
Así mismo, se expresan también por todos lados, frases que vienen acompañadas de una gran carga de emociones como el enojo: “lleno de enojo” o “crecido de enojo”. Un autor anónimo por cierto, describe esta reacción emocional cuando dice: “El enojo es una condición en la cual la lengua funciona más rápido que la mente”. Y se complementa con otra descripción de Siddartha Gautama o Gautama Buda (en cuyas enseñanzas se fundó el budismo) y que cito a continuación: “La espada más aguda es una palabra pronunciada con enojo”. La palabra “enojo”, (del latín vulgar inodiare), se forma a partir del latín “odium” para determinar aborrecimiento o rechazo ante algo. Estar en el odio (in odio esse).
Las emociones generalmente están “a flor de piel”; y no precisamente como título de telenovela, sino se refiere cuando la persona se muestra sensible ante ellas, también se expresa como “a flor de labios”, porque se está a punto de decir algo.
Si bien las emociones son la base de lo que somos, el poder de la palabra hace que se transformen para bien o mal. La palabra une, pero también separa al ser humano. Esto es porque como siento, reacciono; y como reacciono, comparto. Hay que tener cuidado.
Ahora se podrá continuar reaccionando a las emociones y expresándolas, pero con un sentido más cultural.
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Publicado originalmente en Saber Sin Fin el 31 de julio de 2017