jueves, 18 de enero de 2018

Ikebana de caricias y jadeos





















Entre un piélago de sabanas de seda y su fluidez
Te acaricio buscando la turgencia de un anturio
Que, avispado, se mantiene erguido y expectante,
Al tiempo que tus dedos ya despiertan un alcatraz,
Que replegado en su natural hibernación,
Extiende lentamente la textura de mis pétalos
 Mientras despierta bostezando al insistente
 Polícromo ritmo de tus anhelantes e íntimas caricias.
Transmutación de una flor que, dormitando
Entre los pétalos de su crisálida, extiende sus alas
Para asomarse al húmedo coloquio que convoca
Al hedonismo viviendo el sensual paisaje de tu cuerpo
Y la suave y húmeda textura del erguido pedúnculo
Que se yergue irremediable sobre el follaje de un pubis
 Que cubre, gentilmente, la intimidad de su espesura.
Turgencia floral que, mutuamente, se germina.




 …Y sin mayor expectativa, exquisita y sutilmente, me deslizo
 En el agreste laberinto de tus rizomas y su agreste textura,
Intentando hallar similitud con mis vehementes huellas.
Dialogo táctil que tenue e irremediablemente se sublima
 En un erógeno bálsamo que emana de entrambas flores.
Ikebana de aromas y caricias donde, son tan sólo,
Dos varoniles flores las protagonistas de un escenario
Que busca, irremediablemente, cubrir los deseos
De su otredad al sonoro jadeo de su propia expectativa.

En los secretos de un almohadón se haya el nítido vergel
Que sirve de tiesto sutil para dar el toque final a la danza
De una inquietante sinfonía floral embelesada que, extasiada,
Descansa en ósculos que deshidratan su turgencia mutua.

                                                                  Juan Carlos Martínez Parra